Al principio tenemos dos vasos sacados del frigorífico con agua a
la misma temperatura (5,7 ºC). Al dejar un vaso expuesto al ambiente y otro
rodeado por una manta, podríamos pensar que éste segundo se calentará. Pasados
unos minutos la temperatura del vaso sin tapar es 10,5 ºC y la del vaso abrigado es de 7 ºC ¡¡menor que la del agua no
abrigada!!
La física nos dice que el calor se transfiere de forma espontánea desde el cuerpo que está a mayor temperatura hasta el que está a menor temperatura.
Por tanto lo que ha ocurrido es que el agua sin tapar ha recibido
calor del ambiente mientras que la abrigada no ha recibido tanto calor del
ambiente porque la manta es un aislante, es decir no permite que el calor fluya
fácilmente a su través, pero la manta en sí misma no da calor.
Si nosotros (36 ºC) no nos abrigásemos en un ambiente frío, pasaría
calor desde nuestro cuerpo al ambiente, pero al abrigarnos con una manta,
impedimos esta transferencia.
El abrigo realmente no calienta, si se entiende por «calentar» dar calor. La lámpara calienta, la estufa calienta, el cuerpo humano calienta, porque todos estos cuerpos son fuentes de calor. Pero el abrigo, en este sentido de la palabra, no calienta nada. El abrigo no da calor, sino que se limita a impedir que el calor de nuestro cuerpo salga de él.
El abrigo realmente no calienta, si se entiende por «calentar» dar calor. La lámpara calienta, la estufa calienta, el cuerpo humano calienta, porque todos estos cuerpos son fuentes de calor. Pero el abrigo, en este sentido de la palabra, no calienta nada. El abrigo no da calor, sino que se limita a impedir que el calor de nuestro cuerpo salga de él.